En el fascinante mundo de la neurociencia, nos adentraremos en las profundidades de las bases biológicas que respaldan la efectividad del mindfulness. ¿Cómo impacta esta práctica milenaria en nuestro cerebro? A lo largo de este artículo, desentrañaremos los misterios de tres sistemas cerebrales clave: el de amenaza, el de logro y el de satisfacción. Descubriremos cómo el mindfulness actúa como un regulador magistral, equilibrando estos sistemas para proporcionarnos una herramienta única en la gestión del estrés y la ansiedad. Prepárate para un viaje al interior de tu propio ser, donde la ciencia y la práctica milenaria se entrelazan para revelar el porqué profundo de la efectividad del mindfulness.
Adentrándonos en el intricado tejido de nuestro cerebro, nos encontramos con la notable presencia de tres sistemas fundamentales: el de amenaza, el de logro y el de satisfacción. Cada uno de estos sistemas despliega su función única, pero la verdadera maravilla reside en la intrincada danza que realizan en conjunto, dando forma a un equilibrio emocional sumamente complejo. Este complejo entrelazamiento neuronal se convierte en un fascinante escenario, donde el mindfulness se erige como el director maestro, desempeñando un papel crucial al orquestar y armonizar estos tres sistemas de manera sinfónica.
Este sistema, meticulosamente diseñado por la evolución, se centra en salvaguardar nuestra seguridad a través de respuestas como la lucha, la huida y la sumisión. Cuando este sistema se activa, experimentamos una gama intensa de emociones, desde el miedo y la ira hasta la ansiedad y la inseguridad, manifestándose en un estallido de sentimientos como la indignación, el asco y la tristeza. Este torbellino emocional, impulsado por la liberación de hormonas del estrés como la adrenalina y el cortisol, nos sumerge en un estado de alerta. La activación de este sistema se desencadena al detectar peligros potenciales o amenazas, desencadenando actuaciones que tienen como finalidad asegurar nuestra supervivencia. Es aquí donde nuestro cerebro, actuando como un guardián implacable, le otorga la máxima prioridad a la respuesta instintiva de lucha, huida o sumisión.
Notablemente, este sistema se activa solo con el pensamiento de la amenaza, un aspecto que el mindfulness aborda con maestría, ofreciendo herramientas para gestionar estos pensamientos intrusivos de manera más efectiva. Sin embargo, cuando este sistema se encuentra en pleno funcionamiento, tiende a inhibir los otros dos sistemas cerebrales. En ese momento, los objetivos y las aspiraciones quedan relegados a un segundo plano, perdiendo las ilusiones y limitando nuestra capacidad de amar y sentirnos queridos. Es un estado en el cual la amenaza eclipsa nuestra capacidad de disfrutar plenamente de la vida, y es aquí donde el mindfulness emerge como un faro de gestión emocional, guiándonos hacia un equilibrio más saludable y permitiéndonos liberar los anclajes restrictivos que este sistema impone.
En el complejo entramado de nuestra psique, se encuentra el Sistema de Logro, dedicado a la búsqueda constante de metas, desafíos y competencia. Cuando este sistema se activa, experimentamos una oleada de emociones, desde la energía y la motivación hasta el placer, impulsadas por la liberación de dopamina, la “hormona del logro”. Este sistema, diseñado originalmente para abordar conductas de supervivencia, ha evolucionado en la sociedad moderna para dirigirse a recursos inmateriales como el estatus, los logros y los objetivos personales. Sin embargo, surge una tendencia errónea en la sociedad occidental al buscar exclusivamente la autoestima y la felicidad en los logros.
A pesar de los logros, la satisfacción plena nunca llega, ya que este sistema es como un pozo sin fondo. Su activación, ligada al placer, puede volverse adictiva, manifestándose en conductas como juegos, trabajo excesivo y compras compulsivas. La competencia desmedida inherente a este sistema a menudo ignora consideraciones éticas y los daños potenciales, evidenciados en fenómenos como la corrupción y las guerras. El enfoque en los resultados, en detrimento del esfuerzo y el aprendizaje, puede generar insatisfacción y estrés cuando el sistema está hiperactivado y los objetivos no se cumplen.
En el tapiz emocional de nuestra mente, emerge el Sistema de Satisfacción, Calma y Seguridad, enfocado en el cuidado, afecto y amabilidad. Este sistema nos sumerge en una experiencia de calma, confianza y seguridad, desencadenando sensaciones de calidez, bienestar y alegría. Las hormonas clave que lo alimentan son la oxitocina y las endorfinas, con la oxitocina vinculada a momentos como la maternidad y el parto, donde su ausencia sería impensable. Este sistema se manifiesta a través de conductas de afiliación, cuidado y vínculo, promoviendo el dar y recibir afecto. Se nutre en relaciones basadas en la confianza, generosidad y amabilidad, fomentando capacidades creativas y exploratorias en un entorno seguro.
